sábado, 1 de diciembre de 2007

La prisión

Te despiertas. Tratas de levantarte de la cama, pero no puedes. Tus ojos buscan algo con lo que conseguir levantarte. Al final lo hallan, y con dificultad logras ponerte en pie. Tras un arduo camino, a pesar de que solo son unos metros, consigues llegar hasta la puerta. Tratas de abrirla, pero no lo consigues. Entonces caes al suelo, agotado. Tras descansar y con serios problemas para levantarte, vuelves a intentar abrir la puerta. Por fin lo logras, y vas avanzando. Llegas hasta otra puerta, mucho más pesada que la anterior. Decides tomar un respiro antes de abrirla. La abres, esta vez a la primera, pero te deja agotado. Entonces ves unas escaleras. Y decides bajarlas. No puedes apenas andar, pero lo intentas. Bajas el primer tramo. Las piernas ya no te responden, y acabas cayendo. Vuelves a levantarte, pero te vuelves a caer. A duras penas acabas llegando al final, tras la que te espera otra puerta. Luchas una vez más contra tu agotamiento, y consigues abrirla. Por fin, la luz del sol!

Pero la prisión está en tu cuerpo...

El hombre más fuerte del mundo

Cuando somos pequeños siempre pensamos que nuestro padre es el hombre más fuerte del mundo, la persona que más admiras, y tratas de ser como él. Tu mayor sueño es que cuando seas mayor seas igual que él. En una palabra, es perfecto. Lógicamente esto choca con el pensamiento del resto de los niños, a no ser que sean hermanos tuyos.

Esta sensación de magia desaparece con el tiempo. Comienzas a ver las limitaciones de tu padre, no es tan fuerte como pensaba y tiene un montón de defectos que no habías visto hasta entonces. En ese momento deja de ser tu ídolo y pasa a ser tu padre, al que ya no tienes en un pedestal. Y comienzas a buscar nuevas personas a las que parecerte.

Pero yo he descubierto, con el paso de los años, la verdadera fortaleza de mi padre. Y es mucho mayor de la que me imaginaba cuando era niño, a años luz de la que yo podré alcanzar jamás. Por ello vuelvo a admirarle, a tomarle como referencia e intentar ser cómo él.

sábado, 6 de octubre de 2007

Viaje a ninguna parte

Necesito un cambio de aires, me dije. Esto no me gusta, por lo que empecé a caminar sin mirar atrás. No me hacía falta voltearme, ya que todo lo que no quería ver estaba en mi cabeza. Y por todas esas cosas, jamás querría regresar.

Al irme alejando, mientras andaba, se iban difuminando los malos pensamientos del sitio que estaba abandonando, y proseguía mi huida, hasta que, a una distancia considerable conseguí superarlo todo. En ese momento avisté un sitio donde quedarme. Al llegar me di cuenta. Oh mierda, he llegado al sitio del cual trataba de huir todo este tiempo.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Quiero darme de baja

Aún recuerdo el primer día, cuando empecé. Todo era ilusión y, aunque había algunas cosas que no entendía muy bien como funcionaban, pero me daba cuenta de que todo era bueno, y se hacían por un buen fin. Casi todos los inicios son costosos, pero había que poner de mi parte para que todo fuera adelante.

Con el paso del tiempo me aclimaté perfectamente, me sentía muy bien, útil y que todo el esfuerzo que dedicaba estaba dando sus frutos. Me sentía plenamente integrado.

Mucho tiempo después me empecé a sentir rutinario, que todo era igual todos los días, y cada día se me hacía más cuesta arriba. Pero bueno, es algo normal, no siempre se puede estar bien, y a veces hay que sacrificar el bienestar propio. A veces hay periodos en los que no te encuentras cómodo.

Pero esto ya ha alcanzado un cariz que no me gusta. Ya no me apetece seguir, cada día estoy más asqueado, porque me siento despreciado y nada valorado. He estado reflexionando y lo mejor es dejarlo de raiz. No quiero subsidio, no pienso avisar con 15 días de antelacion. Simplemente te quiero decir que no quiero seguir contigo.

martes, 21 de agosto de 2007

Otoño eterno

Al principio todo fluía de la forma correcta en mi vida. De la primavera se pasaba al verano, del verano al otoño, del otoño al invierno y del invierno a la primavera. Algo que siempre ha sido así.

Pero mi corazón ha decidido poner fin a este ciclo y ha declarado que en mi vida va a perdurar el otoño eterno, una época gris y oscura en la que nada vale la pena, ya que progresivamente va perdiendo las hojas y al final se acaba cayendo. Y no siento el frío completo, pero no me apetece seguir adelante, me mina la moral. Y pierdo toda mi personalidad, volviéndome parte del otoño. Y es cuando voy perdiendo todo nexo a tu rama, y acabaré cayendo.

jueves, 5 de julio de 2007

Una vida de lucha para...

Desde que nació, luchó para ser libre. Pero, de una forma u otra, siempre se ha visto ligado a un yugo. Un yugo que le ataba, que le impedía moverse con libertad. Que le impedía poder hacer lo que quisiera. Y cuando parecía que se había librado de uno, enseguida le era colocado uno más grande. Pero él sabía, en esos momentos de libertad efímera, que eso era lo que realmente deseaba. Por ello, seguía batallando contra este nuevo lastre, hasta conseguir evadirse de él. Pero luego venía otro lastre mayor contra que el que tratar de evadirse.

Pero esta vez fue distinto, se deshizo del último yugo, y, oh sorpresa, no hubo más. Era como si hubiera acabado un largo juego. Esperó un buen rato a ver si le colocaban uno nuevo. Pero no, esta vez si era el final. Y se dirigió a la salida, para poder vivir su vida con total libertad.

Cuando fue a cruzar la puerta, hizo una rápida mirada hacia atrás. Fue en ese momento cuando le estalló la cabeza, privándole así de esa nueva vida que tanto deseaba.

jueves, 28 de junio de 2007

Deseos que matan

Un buen día, reventó. Venía aguantando día tras día todo el dolor que se albergaba en su interior, pero hoy no pudo soportarlo más. Y todo ese dolor se concentró en una lágrima, solamente una, pero que dolió más que cualquier dolor físico que haya experimentado nadie jamás.

Fue tan doloroso que, nada más soltar la lágrima, se le apareció un hada, y le comunicó que le había causado mucha tristeza verle así, y le concedía un deseo. Podía haber pedido lo que hubiera querido. Pero se encontraba demasiado asqueado de lo que representaba su vida, y lo que se le ocurrió es desaparecer. Así que le hizo al hada que quería que le hiciera muy pequeño para eludir las miradas del resto de la gente. Y así lo hizo el hada, quien después de conceder el deseo desapareció.

El joven pensó que había conseguido lo que quería, que era desaparecer de sus problemas. Lamentablemente, así fue, ya que, cuando era pequeño, terminó de caer al suelo la lágrima derramada por él un instante antes, y le ahogó.

lunes, 11 de junio de 2007

Subir a la superficie

Despiertas, y te sientes en el fondo del denso océano, cuya presión te oprime contra él. Coño, cómo he llegado hasta aquí. Intentas subir. Pero ves que tus movimientos son inútiles, y que tus esfuerzos no son efectivos. Estás en la misma posición pero bastante más cansado. Y de repente te da por pensar, vaya, y para qué quiero subir. Y piensas en lo bonito que es vivir en la superficie, y lo que has dejado allí. Y lo vuelves a intentar, pero sigues sin avanzar. Y en vez de ir por la vía rápida, vas poco a poco, pensando cada paso, avanzando, sin gran velocidad, hasta que por fin sales a la superficie.

Pero, al llegar allí, ves que no hay nada a lo que aferrarse. Y tratas de nadar hacia algún sitio, pero todo es una inmensidad de agua. No hay nada sólido que te pueda mantener. No hay apoyos. Y las piernas desfallecen, vuelves a caer mientras pierdes la consciencia.

Despiertas, y te sientes en el fondo del denso océano, cuya presión te oprime contra él. Coño, cómo he llegado hasta aquí.

lunes, 4 de junio de 2007

Teoría de la parábola

Si, creo que es en lo que estáis pensando. Os voy a hacer un símil, que tantas, tantas, tantas veces os habrán hecho. Mi forma de ver la vida es la de una parábola invertida. Se comienza desde abajo, muy abajo. Pero no puedes ver lo abajo que estás. Solo ves que hay un camino para arriba, y comienzas a ascender. Sigues subiendo, porque lo ves todo de cara. No hay nada que te haga pensar que vaya a parar de ascender. Lógicamente, cuanto más arriba vas estando, menor es la ascensión (menos subida en el eje de las y por cada unidad del eje de las x, que decían en mi clase de matemáticas, o eso creo).

Y un buen día llegas a la cima. Y te consideras inmensamente feliz por haber alcanzado el punto máximo, ya que es el sitio donde mejor puedes estar. Pero cuando se te pasa el efecto de la euforia, miras hacia delante. Y ves que todo lo que está por venir es cuesta abajo. Ya no volverás a tener ese punto de vista optimista, y todo lo que espera es bajar, y bajar, y bajar... Y cada vez a un ritmo mayor, la pendiente cada vez es más pronunciada, y vas alcanzando velocidades más altas, hasta que la pendiente es tan grande que ya no volverás a tocar esa parábola, y acabarás cayendo al vacío, y perdiéndote en el olvido.

martes, 29 de mayo de 2007

La eternidad de lo efímero

Jaime era un chico sensible. Sus sentimientos se disparaban con una facilidad asombrosa. Lo pasaba muy mal cuando alguien le trataba de una manera despreciativa. Además era una persona que valoraba mucho los pequeños gestos, los pequeños detalles. Esto le ocurría con gente a la que apreciaba de verdad.

Un buen día, casualidades de la vida, Jaime conoció a Julia. Julia, al contrario que Jaime, era una persona que no prestaba atención a esos pequeños detalles, y generalmente se fijaba en lo que a ella le convenía en cada momento. Establecieron una relación. Pero como en cualquier relación, siempre hay discrepancias, la mayor parte por esos pequeños detalles que a Jaime le sentaban tan mal y Julia no podía entender. Le parecían de esquizofrénico, y la irritaban sobremanera. Y esa irritación, y el mal día que hubiera podido tener lo pagaba con Jaime. Y con eso a Jaime le dolía el alma.

Un día, Jaime le pidió una cosa a Julia. Era una gilipollez, que a Julia no le habría llevado más de 15 segundos y habría hecho feliz a Jaime, pero Julia prefirió no perder esos 15 segundos y seguir con lo que estaba haciendo. Y así se lo hizo saber a Jaime. Para Jaime esto supuso un shock, ya que no entendía por qué Julia no podía perder 15 segundos en hacerle ese favor. Y se lo dijo a Julia, que ese día estaba de muy mal humor, y soltó toda su rabia e ira acumuladas sobre Jaime, diciéndole cosas que no venían al caso y que atacaban directamente su personalidad.

Eso hizo añicos el corazón de Jaime, que se sumió en una profunda depresión. Una semana más tarde, al analizar que todos le decían lo mismo y que su personalidad no era para esta vida, decidió probar suerte en una vida mejor.

domingo, 27 de mayo de 2007

Desequilibrios entre el bien y el mal

Juanito es un chico que siempre ha sido bueno. Desde el momento en que nació y adquirió conciencia, ha seguido rectamente la línea de lo que él (y la gran mayoría) consideraba como "el bien". Ha sido un chico bueno que ha seguido sus valores toda la vida. Siempre se le ha considerado como una persona intachable y recta. Pero eso a él le importaba tres cojones. Lo que le importaba era que se sentía bien consigo mismo.

Pero un buen día, con su mejor intención, intentó ayudar a una persona. Juanito puso todo su empeño y voluntad para que todo fuera bien, pero un paso de los que tomó no satisfizo a esta persona, que se lo reprochó como si hubiera tratado de perjudicarla hasta el extremo, y lo fue propagando por ahí. Y la gente que calificaba de santo a Juanito empezó a hablar mal de él, a tildarlo de mala persona. Él no lo entendía, ya que todo lo que había hecho anteriormente era bueno, y esto también era con buena intención, e incluso era algo que no era malo, sino que a esa persona no le había gustado en absoluto. Pero fue injustamente sentenciado por el pueblo.

- Por qué después de tantos actos buenos por uno malo se me considera mala persona? - dijo Juanito.

Y Juanito empezó a dudar de su bondad, y se fue haciendo una persona más mezquina, cruel y arrogante. Comenzó a ser una mala persona.

Sacad vosotros la puta moraleja y dejadla por aquí.