viernes, 13 de marzo de 2009

Dulce amistad

Tras varias pérdidas de confianza en los demás, un buen día me decidí a reunir toda su esperanza y con ello formar una sólida base para fundar su amistad. Debía elegir por fin un material definitivo, que atrajera a los demás y además fuera resistente.

Al principio pensó en la madera, pero todo el mundo sabe que en el más mínimo roce saltan chispas y la madera podría arder.

Tras deliberarlo por largo tiempo decidió hacerla con terrones de azúcar. Son sólidos y además atraerán a la gente, que se querrán quedar en este lugar debido al azúcar.

Y dicho lo cual, canjeó todas sus esperanzas por los terrones necesarios para iniciar su último intento de ser feliz rodeado de gente. Empezó a poner los cimientos y la gente ya acudió al dulce olor del azúcar, y allí permaneció mientras yo iba construyendo nuestra amistad.

Todo iba genial, y nos manteníamos juntos, en gran parte gracias al sabor dulce que nos aportaba el azúcar. Pero un buen día empezó a llover. Yo traté de convencerles de que me ayudaran a salvar la construcción, pero ellos no quisieron colaborar, y con la lluvia se empezó a disolver todo el azúcar, con lo que se fueron a buscar otro sitio, mientras yo era arrastrado por una marea dulce, con todas mis esperanzas.

Y jamás volví a creer en la amistad, ni a probar el dulce.