viernes, 13 de marzo de 2009

Dulce amistad

Tras varias pérdidas de confianza en los demás, un buen día me decidí a reunir toda su esperanza y con ello formar una sólida base para fundar su amistad. Debía elegir por fin un material definitivo, que atrajera a los demás y además fuera resistente.

Al principio pensó en la madera, pero todo el mundo sabe que en el más mínimo roce saltan chispas y la madera podría arder.

Tras deliberarlo por largo tiempo decidió hacerla con terrones de azúcar. Son sólidos y además atraerán a la gente, que se querrán quedar en este lugar debido al azúcar.

Y dicho lo cual, canjeó todas sus esperanzas por los terrones necesarios para iniciar su último intento de ser feliz rodeado de gente. Empezó a poner los cimientos y la gente ya acudió al dulce olor del azúcar, y allí permaneció mientras yo iba construyendo nuestra amistad.

Todo iba genial, y nos manteníamos juntos, en gran parte gracias al sabor dulce que nos aportaba el azúcar. Pero un buen día empezó a llover. Yo traté de convencerles de que me ayudaran a salvar la construcción, pero ellos no quisieron colaborar, y con la lluvia se empezó a disolver todo el azúcar, con lo que se fueron a buscar otro sitio, mientras yo era arrastrado por una marea dulce, con todas mis esperanzas.

Y jamás volví a creer en la amistad, ni a probar el dulce.

sábado, 23 de febrero de 2008

El último cero de la izquierda

Cuando fue concebido, ocupaba una posición cómoda dentro de la cifra que era el motivo de su existencia. Él era el 0 que conformaba la posición de las unidades, arropado a su derecha por los decimales, números de la clase inferior, pero con los que se llevaba muy bien. Y a su izquierda había más números, de clase superior a los decimales, es decir, de la clase del 0.

Al ir creciendo el puesto de las unidades se le fue quedando pequeño, y se fue moviendo hacia la izquierda, a la posición de las decenas. Su progresión estaba siendo buena, pero se fue alejando de sus amigos los decimales, y ahora iba dejando atrás a otro amigo, relegado al puesto de las unidades. Él intentaba mantener la amistad con estos números, pero éstos se fueron olvidando de él, y se centraron en sus problemas.

Así que a nuestro amigo 0, el conjunto de amigos se le iba haciendo más pequeño conforme iba avanzando en la inexorable cifra, hacia su izquierda. Fue un duro tránsito, pero al final consiguió llegar al final de la cifra, por la izquierda.

Hizo historia en la cifra, ya que era el primer 0 que llegaba a la izquierda de la cifra. Entonces echó la vista atrás y vió que no le quedaban amigos. Se preguntó si verdaderamente esta evolución había merecido la pena, ya que él seguía siendo el mismo 0, pero los demás le habían hecho el vacío.

Sintió mucha pena, y, tras analizarlo profundamente, decidió coger una lanza y atravesarse con ella.

Así quedó nuestro 0: ∅

Huelga decir, que nadie le echó nunca de menos, ya que nadie le valoró nunca, pues sólo era un cero a la izquierda...

lunes, 14 de enero de 2008

Más de lo que parece

Un día, una niña iba caminando por el bosque. Correteaba alegre mirando distraídamente las flores, cuando de pronto la mala casualidad quiso que cayera en un pozo. La pobre niña no sabía nadar, así que empezó a chapotear sin mantenerse a flote. Poco a poco el miedo se iba haciendo presa de su persona, y se iba agobiando cada vez más. Cuanto más se preocupaba más se hundía. Hasta que de pronto, trata de ver la profundidad del pozo, y se pone de pie. El agua solo le llega hasta la cintura. Y sale de su pozo con un poco de esfuerzo, pero sin preocupaciones.

sábado, 1 de diciembre de 2007

La prisión

Te despiertas. Tratas de levantarte de la cama, pero no puedes. Tus ojos buscan algo con lo que conseguir levantarte. Al final lo hallan, y con dificultad logras ponerte en pie. Tras un arduo camino, a pesar de que solo son unos metros, consigues llegar hasta la puerta. Tratas de abrirla, pero no lo consigues. Entonces caes al suelo, agotado. Tras descansar y con serios problemas para levantarte, vuelves a intentar abrir la puerta. Por fin lo logras, y vas avanzando. Llegas hasta otra puerta, mucho más pesada que la anterior. Decides tomar un respiro antes de abrirla. La abres, esta vez a la primera, pero te deja agotado. Entonces ves unas escaleras. Y decides bajarlas. No puedes apenas andar, pero lo intentas. Bajas el primer tramo. Las piernas ya no te responden, y acabas cayendo. Vuelves a levantarte, pero te vuelves a caer. A duras penas acabas llegando al final, tras la que te espera otra puerta. Luchas una vez más contra tu agotamiento, y consigues abrirla. Por fin, la luz del sol!

Pero la prisión está en tu cuerpo...

El hombre más fuerte del mundo

Cuando somos pequeños siempre pensamos que nuestro padre es el hombre más fuerte del mundo, la persona que más admiras, y tratas de ser como él. Tu mayor sueño es que cuando seas mayor seas igual que él. En una palabra, es perfecto. Lógicamente esto choca con el pensamiento del resto de los niños, a no ser que sean hermanos tuyos.

Esta sensación de magia desaparece con el tiempo. Comienzas a ver las limitaciones de tu padre, no es tan fuerte como pensaba y tiene un montón de defectos que no habías visto hasta entonces. En ese momento deja de ser tu ídolo y pasa a ser tu padre, al que ya no tienes en un pedestal. Y comienzas a buscar nuevas personas a las que parecerte.

Pero yo he descubierto, con el paso de los años, la verdadera fortaleza de mi padre. Y es mucho mayor de la que me imaginaba cuando era niño, a años luz de la que yo podré alcanzar jamás. Por ello vuelvo a admirarle, a tomarle como referencia e intentar ser cómo él.

sábado, 6 de octubre de 2007

Viaje a ninguna parte

Necesito un cambio de aires, me dije. Esto no me gusta, por lo que empecé a caminar sin mirar atrás. No me hacía falta voltearme, ya que todo lo que no quería ver estaba en mi cabeza. Y por todas esas cosas, jamás querría regresar.

Al irme alejando, mientras andaba, se iban difuminando los malos pensamientos del sitio que estaba abandonando, y proseguía mi huida, hasta que, a una distancia considerable conseguí superarlo todo. En ese momento avisté un sitio donde quedarme. Al llegar me di cuenta. Oh mierda, he llegado al sitio del cual trataba de huir todo este tiempo.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Quiero darme de baja

Aún recuerdo el primer día, cuando empecé. Todo era ilusión y, aunque había algunas cosas que no entendía muy bien como funcionaban, pero me daba cuenta de que todo era bueno, y se hacían por un buen fin. Casi todos los inicios son costosos, pero había que poner de mi parte para que todo fuera adelante.

Con el paso del tiempo me aclimaté perfectamente, me sentía muy bien, útil y que todo el esfuerzo que dedicaba estaba dando sus frutos. Me sentía plenamente integrado.

Mucho tiempo después me empecé a sentir rutinario, que todo era igual todos los días, y cada día se me hacía más cuesta arriba. Pero bueno, es algo normal, no siempre se puede estar bien, y a veces hay que sacrificar el bienestar propio. A veces hay periodos en los que no te encuentras cómodo.

Pero esto ya ha alcanzado un cariz que no me gusta. Ya no me apetece seguir, cada día estoy más asqueado, porque me siento despreciado y nada valorado. He estado reflexionando y lo mejor es dejarlo de raiz. No quiero subsidio, no pienso avisar con 15 días de antelacion. Simplemente te quiero decir que no quiero seguir contigo.